viernes, 1 de enero de 2016

2016, nuevo año en que cuajan todas las traiciones de Peña Nieto y el PRI contra México




Al concluir el año 2015, Enrique Peña Nieto emitió un breve mensaje, como ya es habitual en quien ostenta la primera magistratura del país. Algunas de esas frases peregrinas quedaron registradas en medios y son sin duda motivo de indignación social. Por ejemplo, declaró sin pudor: «México rompió inercias y eliminó las barreras que le impedían desplegar todo su potencial». Pero, ¿de qué barreras habla, a qué se refiere con potencial y de quién?

Las barreras que han agobiado y agobian a nuestra nación son las complicadas corruptelas y traiciones a la patria tejidas por su gobierno y el partido político de que emana, el PRI, en alianza con otros partidos (PAN, PANAL, PVEM, una falange del PRD). Actos graves que sistemáticamente han sido omitidos, negados e ignorados pese a las pruebas demoledoras. Para él, esas barreras son derechos, herencias y leyes históricos. Y tilda de inercias a las tradiciones y organizaciones que más o menos han mantenido en pie a la república.

Entiéndase por «patria» a la sociedad mexicana, su pasado, su presente y su porvenir. Las traiciones y corruptelas de que hablo han implicado la entrega confabulada de bienes, recursos y oportunidades nacionales a capitales privados, sobretodo a extranjeros, en menoscabo de nuestra gente.

Para ese fin, han impulsado y cuajado diversas y refractarias «reformas», como gusta llamarlas este gobierno ilegítimo, que llegó al poder mediante un también complicado tejido de fraudes y corrupciones, y cuyo más infame tropiezo por dicha ilegitimidad es el campo minado de agravios a derechos humanos, que encabeza el crimen contra más de 40 jóvenes de la Normal de Ayotzinapa, en el estado Guerrero, sobre lo cual se arguyeron «verdades históricas» falseadas por la PGR (Procuraduría General de la República) que una vez refutadas por peritos nacionales e internacionales, han hecho de Peña y su gestión el hazmerreír mundial; no obstante, la estela de violaciones, muertes y represión a cientos de miles de víctimas es descomunal y 43 normalistas aún no aparecen desde el 26 de septiembre de 2014.

Ahora bien, las mencionadas «reformas» significan postrar al país y subyugarlo a intereses de oligopolios trasnacionales. El más aberrante caso es la entrega de los recursos energéticos a capitales privados, con el argumento primero de que se necesitaba abaratar las gasolinas —jamás se les ocurrió enarbolar la lucha por construir más refinerías, generar más empleos y preservar la soberanía energética mediante el justificado monopolio en esta materia del estado, mas no del gobierno; su única opción es vender limones para comprar limonada, o sea, entregar el petróleo a extranjeros para luego comprarles la gasolina, mediante contratos mezquinos contra el país— y mucho ojo, sin consentimiento de la nación; segundo, para ser más «productivos» —curioso que jamás se han aclarado cuentas respecto de los altísimos ingresos diarios por petróleo, que llegó a poco más de 250 millones de dólares diarios, ¿quién puede desbarrancar un negocio que genera alrededor de 100 millones de dólares diarios?, hay que ser o muy estúpidos o muy corruptos para conseguirlo, y quienes depredan el gobierno de México no muestran signo alguno de retraso mental—, ¿con qué fin extraer más petróleo si no se aclara la actual explotación?, así como tercero, estimular la competencia, sin embargo dicha competencia no es ni justa ni creíble apenas han comenzado las asignaciones de campos petroleros, amén de que las empresas trasnacionales y prestanombres mexicanas no reportarán a las arcas de la nación lo que se obligaba a Pemex; dichos ingresos se están sustituyendo con el alza en los impuestos, es decir, todo supuesto beneficio se diluirá y resultará más costoso al pueblo, ya de por sí expoliado por esa insensata clase política.

Por si fuera poco, amanecemos el primer día de 2016 con la afirmación de funcionarios del gobierno que ya se vislumbra la entrega de garantías de los activos de la ahora «empresa» del estado mexicano para pagar deudas —la mayoría sin aclarar—. Antes que sanear sus deudas con los ingresos por petróleo y preservar los altos ingresos energéticos, se la está desmantelando y entregando el patrimonio petrolero del país a extranjeros; entrega, insisto, del todo ilegal, pues violaron el espíritu fundacional de la actual Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos con supuestas «reformas» a nuestra Carta magna y a las leyes secundarias, ya que son «cambios» que regresan a un orden previo de cosas que era del todo lesivo para la sociedad y que históricamente motivaron movimientos sociales y políticos de alta envergadura, menos aún se detuvieron a consultar a los herederos y propietarios de esos bienes, es decir, el pueblo de México.

Peña Nieto añadió en su mensaje: “seguiremos trabajando con ánimo y energía para construir la nueva realidad que México reclama”. Curiosamente, diseña esa nueva realidad con más injusticias, traiciones a la patria y abultados privilegios para los más adinerados y los oligopolios trasnacionales. El país queda desamparado, de modo que su discurso dista mucho de palpar la realidad de los mexicanos promedio. Le preocupa la realidad de los señores del capital.

En tal sentido, si al comenzar este año el salario mínimo supera apenas los 73.00 pesos diarios, todos los derechos civiles (educativos, laborales, jurídicos, de salud, etcétera) están supeditados a las exigencias del gran capital y el estado está siendo debilitado hasta un punto de quiebra, ¿cómo pretende que se cumpla la afirmación de que nuestro país «está destinado a ser una de las naciones más prósperas, de mayor bienestar para su gente, y un gran referente para el mundo»? Si la población obtiene salarios de hambre, o bien multitud de jóvenes se refugian en el crimen organizado para conseguirse una vida que por la vía recta y legal no pueden ni soñar, ¿de qué bienestar habla? Entretanto, la burocracia política por supuesto que no ha perdido la oportunidad de subirse los sueldos y prestaciones en una medida escandalosa, equiparable a los tiempos de Porfirio Díaz, o quizá a aquellos que generaron el movimiento independentista en 1810.

Por ello, cuando Peña aseguró: «Hoy más que nunca, debemos de creer en México» sólo causa indignación y rabia. En el país no se ha desatado una revolución simplemente porque la sociedad mexicana ha tratado por todos los medios de seguir en paz, pero es una paz nominal, de oropel, de dientes pelados, a cambio hay crímenes de lesa humanidad, represión a luchadores sociales, periodistas, trabajadores y estudiantes, con despojos por todos los rumbos del territorio nacional.

El rencor está vivo, los alzamientos locales son muchos y el hartazgo es un preámbulo que apenas se dé la primera insurrección masiva, simplemente será tan natural como el hecho de que un cuerpo enfermo se estremece por las fiebres y debe luchar por la vida o sucumbir. La ruta que ha marcado la derecha del Partido Revolucionario Institucional —pronto desaparecerá y jamás habrán explicado el absurdo oxímoron de revolución que se institucionaliza— y la mezquina ultraderecha del Partido Acción Nacional significa un atentado contra cualquier nación. O se elimina la infección que amenaza al país y sana, o éste morirá antes de llegar al 2050, con las peores condiciones para un pueblo que se está volviendo apátrida. Así recibimos el 2016 en México. Hasta la próxima...