domingo, 17 de noviembre de 2013

Camus afirmaba a Dios al negarlo



Albert Camus solía ser un escritor harto polémico, y en esta frase, que podemos encontrar entre numerosas reflexiones invaluables en El hombre rebelde, es un buen ejemplo de lo que generan sus ideas.
   En la Biblia, leemos en el libro Génesis 3:5, sobre el denominado fruto del bien y del mal en palabras insidiosas de la serpiente para Eva: «Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.»
   Asimismo, más adelante, en Salmos 82:6, encontramos: "Yo había dicho: «¡Vosotros, dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísimo!»", expresión a la que Jesús aludirá según cita uno de sus apóstoles, Juan:

10:34 Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?
10:35 Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), 
10:36 ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?

   Afirmar algo similar hoy en día nos lleva a pensar que quien lo hace está chiflado: «¡Se cree dios!» En lo que llevo de vida me he encontrado más de un individuo que se proclama «el hijo de Dios». Los he escuchado con atención y con paciencia, porque advierto en esos neocristos enfermos contradicciones incluso divertidas, pero me las callo; esos pseudo mesías hacen su lucha en el duro mercado de la trascendencia crística, y la tienen nada fácil. La competencia es bastante dura, algunos «cristos» les llevan ventajas milenarias.
   Provocativo, nada mesiánico, dos mil años más tarde, Albert Camus plantea un desafío opuesto incluso a la serpiente: «para ser hombre hay que negarse a ser dios». Es decir, negar nuestra divinidad y a Dios de un plumazo, actitud paradójica que a Él lo reafirma y a nosotros nos afirma, aunque de manera distinta.
   ¿Cómo es esto? Debemos asumirnos viviendo la vida y la muerte, eso nos prestaría originalidad, nos haría radicalmente únicos en la comunidad de más de siete mil millones de seres humanos vivos, en la consciencia de ser lo que somos. Podemos estar seguros de que enseguida el miedo sobrevendrá, ¡pero es que es inevitable la muerte!
   Ahora bien: también será inevitable la libertad, y eso significa que podemos o no negar a Dios, mas en esa libertad (precioso obsequio germinal de Dios) está la parte que traiciona a Camus como ateo, a Camus antes de Camus. Y es que este filósofo en sus reflexiones juega a pensar después del big bang, pero Dios se da el lujo de estar antes y después de esa singularidad.
  En algo coinciden Dios y Camus: es fundamental asumir nuestra humanidad desde el aprendizaje, y quien renuncia a aprender, ha renunciado al futuro; renuncia a Dios sólo para afirmar la libertad de no ser dios. Es decir, Camus nos sitúa en una contradicción que no se resuelve sino en estos términos: para ser dios sin denominaciones, haz, vive, cae y levántate como mujer u hombre; para dejar de serlo, sólo basta creer, no aprendas y deja correr la vida. Así, el individuo oscila, es un eterno vaivén como Sísifo condenado por ayudar a la humanidad a horribles trabajos de rodar una roca por una pendiente, la cual una vez en la cima, caerá y él volverá a esforzarse en subirla.
   Bien vale la pena leer sus novelas El extranjero y La peste, advertiremos también ahí esta contradicción existencial que nos obliga a cuestionarnos: ¿sin Dios, quiénes somos? Entonces nos daremos cuenta de que la divinidad es una elección, un aprendizaje; pero las «creencias», refractarias, que excluyen y niegan pese a todo y contra todo a los demás, pueden condenar a cualquiera (sea individuos, religiones o pueblos). ¿El mejor ejemplo de estos absurdos?, las guerras.
   Hasta la próxima...

1 comentario:

  1. Interesante aportación, el hombre en su virtud más preciada; la LIBERTAD decide cómo cuándo y dónde actuar. Por tanto cada acción va de acuerdo a su criterio, aun hasta las víctimas tienen la libertad de seguir en ese papel o cambiar. Ahora bien, la divinidad que posee el hombre, es negada por muchos y aceptada por unos cuantos; esto debido a la LIBERTAD. Empero, el ser dioses, es atribuirnos la capacidad de crear, construir y manipular nuestro entorno; de esa manera es que se puede sos-tentar al hombre como dios.

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