jueves, 22 de marzo de 2012

Andrés Manuel López Obrador debería acudir a la invitación de Benedicto XVI

(Carta de respuesta a Seti, conductora de radio La nueva república  http://lanuevarepublica.org)
Me inclino por lo que se da en llamar "izquierda" (las causas de todos son mi causa, sobre todo pienso en los más necesitados) y no me agrada en absoluto que los representantes del Estado mexicano se reúnan con la clerecía. Francamente lo rechazo. Pero —hay un pero— no podemos olvidar el momento histórico en que se da la visita de Joseph Ratzinger. Ya vivimos un episodio que no podemos ignorar en 2006, cuando Andrés Manuel López Obrador decidió, con sabiduría, no acudir a uno de los debates; el problema es que de parte de los opositores no existe ética, y sin eso, hablar de pertrecharse en principios ideológicos o estrategias válidas es dar armas a los adversarios: se valdrán de taimadas argucias y lo utilizarán de una manera u otra. Eso indica la experiencia.
    ¿Qué hacer en esta encrucijada? Es un falso dilema. AMLO, en mi opinión, debe acudir a la invitación del Vaticano a su celebración en Guanajuato. No obstante, para el candidato de las izquierdas es un imperativo categórico cuidar sus formas, que deberán ser laicas y estrictamente honorables de cara a la diversidad de creencias en México, a saber: 1. No se pondrá de hinojos ante un igual, Benedicto XVI es un representante del estado Vaticano, no es Dios, y sólo es jefe de una religión más entre las que se cuentan en México: deferencia, no pleitesía; 2. No besará ni remotamente la mano de Benedicto XVI, esa sería una humillación y símbolo de sometimiento del Estado laico, por desgracia tal como lo hizo Vicente Fox Quedasa; y 3. No seguirá el ritual de la ceremonia, es decir, debería mantenerse de pie durante toda la misa (de hallarse en ella), en postura vigilante, respetuosa y no ponerse de hinojos, es decir, celebra las creencias de los católicos mexicanos y al tiempo entereza ante creyentes no católicos; además esto debería socializarse. Así, la actitud de Andrés Manuel será simbólica y pedagógica: hay un jefe en ciernes que es laico, respetuoso de todos los credos, pero que en nombre de la diversidad de creencias y sin olvidar los "pecados" de la Iglesia católica, no se postra, no se humilla, ni humilla al Estado mexicano. Y debería explicarlo a los medios.
   Que sepa Ratzinger y el clero todo: habrá un Estado vigilante, pero respetuoso, en el gobierno de López Obrador, para hacer justicia, para hacer cumplir la ley y también para proteger a todos los mexicanos, sean católicos o no, en sus ideas, sus proyectos y sus anhelos. El Estado laico debe florecer de cara, en un tú a tú, con los hombres fuertes del Vaticano. Ellos no son Dios, Dios sólo se representa a sí mismo; en el Vaticano hay hombres y mujeres que aman a Dios, que se han organizado en iglesia, pero que su condición humana persiste, tan humanos como todos nosotros, y que incluso se han equivocado; así que no son jueces del Estado mexicano, ni de nuestra gente, ni de  quienes nos vayan a gobernar en el futuro, sólo otros hijos de Dios, como Andrés Manuel López Obrador, como tú o como yo, si somos creyentes, y si no, son y somos otros ciudadanos hijos de nuestras naciones, que lo mismo debemos someternos por igual a nuestras respectivas leyes y la justicia. Pero no más y no menos.
    Que acuda Andrés Manuel López Obrador a esta invitación y envíe con su presencia el mensaje a mexicanas y mexicanos de buena o incierta fe, que en México habrá un Estado laico que respetará tus creencias y las mías, o tu derecho a creer en nada, en tanto todos nos apeguemos a dos principios irrevocables: justicia y ley. Es lo sensato y es lo equitativo a fuer del momento electoral que vivimos.
    Si esta locura ocurre, es provocada por un gobierno insensible e incapaz de comprender que todo tiene un tiempo. Desprovisto de ética, sentido común y respeto a las instituciones, Felipe Calderón Hinojosa sólo insiste en colocar al país en situaciones que comprometen el pacto social. Terminará su gestión y no acabará de comprender que la humanidad para su desarrollo ha de regirse por principios éticos bien cimentados sobre la justicia, sobre todo la justicia social, mas como no sucede, sólo nos resta emplear medidas emergentes con remiendos riesgosos.
   Esperemos que el 1 de julio de 2012 sea el parteaguas histórico indispensable para dejar de vivir en México esta esquizofrenia que ya lleva doce años...
Sergio-Jesús Rodríguez