domingo, 20 de diciembre de 2009

Odio los semáforos


Quisiera sentir afecto por todas las criaturas, sean patentadas por Dios o por mano humana, pero no puedo. Me es imposible. Detesto a los mosquitos —de veras los odio con odio jarocho— y, con una aversión casi similar, a los semáforos. Me resultan odiosos por todas las razones imaginables. En la zona metropolitana de Guadalajara, Jalisco, los semáforos son los peores del planeta: son una mafia despiadada e impune que hace lo que se le pega la gana todo el tiempo, y desafío a todo el mundo a que me demuestre que me equivoco. Yo los llamo la mafia del foco rojo.
Hace unos años, las autoridades emanadas del PAN pagaron con dinero de nuestros impuestos a una empresa española para que coordinara el servicio de semáforos, pero fue un gasto inútil, cuantioso y absurdo. Los semáforos siguen igual de desincronizados y nos condenan a todos los ciudadanos a padecer su imperio del mal: rabia entre conductores, accidentes, gasto irracional de tiempo precioso de vida en embotellamientos agobiados por un calor asfixiante, se genera más contaminación y, por causa de la tensión colectiva, son crecientes los enfrentamientos, intolerancia y aquejanzas cardíacas, etcétera, etcétera, etcétera, y todo porque los pinches semáforos no se ponen de acuerdo ni se apiadan de nosotros, ¡y las autoridades que no se fajan los pantalones o las faldas para ponerlos en su sitio!
Si alguien me pregunta qué es lo primero que se me viene a la cabeza cuando se habla de mi urbe, y mi interlocutor es un ciudadano europeo que me presume las calles estrechas y de construcciones armónicas de su ciudad, su metro puntual, su señalización inteligente, sólo se me viene a la cabeza de Guadalajara una avenida con un semáforo en rojo, el que sigue a la distancia en verde, el sucesivo en rojo, y más allá, quizá dos en verde por un instante de iluminación pues uno entrará enseguida a su fase ámbar, pero el de más allá estará impunemente en rojo, y así sucesivamente. De plano un galimatías vial. Nada para enorgullecerse. ¿O quizá son muy chovinistas y nos pretenden recordar incesantemente los dos colores de nuestra bandera patria? En México no se pone de acuerdo nadie, ni las máquinas, y su desparpajo es inmoral. Nuestros semáforos son un reflejo de nuestra incapacidad para ponernos de acuerdo, son nuestra horrible metáfora.
Pregunto a las autoridades, con toda justicia: ¿cuándo se van a compadecer de la ciudad y harán algo tan simple como convocar a científicos universitarios, incluidos académicos y estudiantes, para que hagan un simple programita de cómputo que ponga orden a este desastre vial y verán que ahorraremos en salud, gasto de combustibles, contaminación, incluso crecerá la productividad social? Tecnología existe y en la UdeG hay gente muy valiosa, creativa y hasta genial, sólo le hace falta apoyo, nada más, para hacer cosas geniales con el tránsito citadino.
La verdad es que basta con un poquito de voluntad para acabar con esta mafia del foco rojo, es todo, se los juro. Hasta la próxima…