miércoles, 30 de diciembre de 2009

¡Feliz 2010!


¿Homosexualidad vs. prostíbulos?

Cerramos en México el 2009 con un debate nacional de fondo, aunque no lo parezca: ¿los homosexuales son o no seres humanos? En el Distrito Federal, su Asamblea Legislativa ha dado un paso histórico en pro de los derechos humanos, y se aceptó por mayoría reformar su legislación para autorizar los matrimonios gay, además de la posibilidad de que estas parejas, ya legalmente unidas, puedan aspirar a la adopción de hijos. Esto ha creado un prurito endemoniado, tal cual.
El Partido Acción Nacional, con línea de la Iglesia católica mexicana, ha impulsado un linchamiento social (contra la reforma legislativa, los diputados del PT y PRD y organizaciones de avanzada) desde los medios de comunicación, el que por fortuna hasta el momento no ha tenido efecto. La Iglesia católica, por si fuese poco, por mediación de varios cardenales mexicanos, ha tildado los matrimonios gay como una «estupidez» y «contranatura». El arzobispo de Michoacán, Alberto Suárez Inda, aparte de descalificar a la homosexualidad para la paternidad, en su concepto es muy superior moralmente hablando la existencia de prostíbulos antes de aceptar los matrimonios entre miembros de este sexo. Los grupos ultraconservadores con ánimo virulento también han hecho eco a esta negativa.
Dichas reacciones me sorprenden. Por dos motivos: la iniciativa de ley, hoy ya admitida por los diputados de la Asamblea Legislativa del DF, para reconocer los matrimonios entre homosexuales es un asunto estrictamente laico y político. No olvidemos la máxima de Jesús: «A Dios lo de Dios y al César lo del César», pues bien, incumplen con su Señor; pero también en México es ilegal que cualquier iglesia se inmiscuya en asuntos que tocan exclusivamente al estado mexicano. Así, la Iglesia católica violenta la ley y no duda en lanzar la primera piedra.
Y segundo, la máxima autoridad católica en Michoacán califica, al igual que sus colegas, además de estupidez los matrimonios gay, de «contranatura», porque lo natural según nos dicen es que la pareja se componga de un hombre una mujer, y que la pareja entre sexos idénticos no se da en la naturaleza. Lo cual, llevado al plano científico, sabemos que es mentira. Zoólogos y profesionales de este campo del conocimiento pueden refutar con la mano en la cintura tal dicho: sí, entre animalitos existe la homosexualidad, eso se da entre canes, ocas, venados, etcétera; la bibliografía es amplia al respecto, y se ha sometido a estrictos procedimientos de verificación; no es lo que se cree, sino lo comprobado. Pero además, por si fuese poco, ¡el arzobispo de Michoacán manifiesta que los prostíbulos son superiores moralmente a una pareja homosexual!
Para nada me parecería extraño que más de una mujer decida ingresar en la prostitución movida por un genuino sentimiento que podríamos calificar de «vocación». Tal vez sí, ¿por qué no? Pero mi impresión ha sido que la mayoría de sexoservidoras se ven condenadas a esa forma de vida, ante su escasa preparación y las necesidades apremiantes que las agobian, pues normalmente ellas son madres y por ende se ven impelidas a lo que comúnmente se denomina la vida fácil, que nada tiene de fácil, para ganarse su vida y la de sus hijos. Ante los hechos, por lo visto, el arzobispo Alberto Suárez Inda considera válido y superior el abuso sobre las mujeres —y se ve muy anticristiano— antes que aceptar una boda gay, y lo más intolerable para Suárez, la adopción de niños en desgracia.
Cabe hacerse las siguientes preguntas, ante la desbocada reacción de la derecha:

  • ¿Todos los homosexuales desean contraer matrimonio?
  • De aquellos matrimonios gay que se concreten como tales, ¿todos desean adoptar pequeños huérfanos o en desgracia?
  • ¿Todos los homosexuales son depravados y dignos de desconfianza?
  • ¿La Iglesia católica no tiene pendientes en este renglón ético ?
  • ¿Los homosexuales, legalmente casados, harían sexo frente a sus hijos adoptivos, o acaso planean realizar rituales abyectos, o la explotación de menores como hacen delincuentes heterosexuales?
  • O antes bien, ¿acaso todos los homosexuales no son hijos de matrimonios o relaciones heterosexuales, y por tanto es previsible que adoptarían la cultura de sus padres para conducirse ante sus hipotéticos hijos?
  • ¿Todos los homosexuales no son católicos, como para que esta iglesia se sienta amenazada, y si los hay, no acepta ésta de muy buena gana las limosnas de aquéllos?
  • ¿Todos los heterosexuales son intachables?
  • ¿No hay entre los padres de familia heterosexuales algunos que han mostrado conductas depravadas con sus hijos, y normalmente con absoluta impunidad?
  • ¿No existe el abuso sobre niñas o niños al interior de familias heterosexuales?
  • ¿Los barrios más pobres y las grandes ciudades en el país no muestran cuantiosos menores de edad huérfanos o en desgracia, que necesitan padres responsables y con posibilidades de darles una oportunidad de desarrollo, aunque fuesen tutores homosexuales, siempre y cuando comprendan la enorme responsabilidad que implica ser padres o madres?
  • ¿Los heterosexuales, muchos de los cuales entre nosotros se erigen indebidamente en jueces, entendemos realmente qué implica ser homosexual y estamos capacitados para decidir sobre los derechos, emociones e intenciones de un ser humano diferente, incluso sobre cómo ve, ejerce y vive su humanidad sexual?
  • ¿Y si es una mujer que se siente atrapada en un cuerpo de varón, o a la inversa, además le cargaremos la mano condenándolos a ser descalificados para contribuir en la mejora de nuestra niñez?
Como sea, con el ejemplo se predica: tanto el PAN como los grupos ultraconservadores y la propia Iglesia católica deben ofrecer antes que nada una verdadera muestra de humanidad: deben dar hasta que les duela. No quitarle al presupuesto público, ni regatear tajadas de la renta petrolera, sino que antes bien dar de su propio bolsillo a esos infantes que están en las calles, enrolados en la prostitución, la delincuencia, la indigencia, para sumarlos al desarrollo, las oportunidades y la condición humana. Luego podrían opinar legítimamente, cuando la pobreza sea desterrada de México.
Las cifras de gente en miseria extrema son crecientes de manera alarmante en los últimos tres años, no se puede negar lo que todos vemos, aunque eso sí, las reservas del tesoro nacional se nos informa que están en su mejor momento histórico. Qué contrariedad, ¿no creen? Hay dinero, hay abundante riqueza nacional en recursos humanos y naturales, hay gente —y claro, homosexuales incluidos— de buena voluntad deseosa de resolver problemas, pero el país está casi en bancarrota y sin entendimiento social.
¿Por qué en medio de todo esto, la derecha —PAN, Panal, Partido Verde Ecologista, PRI, Iglesia católica, grupos ultraconservadores— se ve muy mal colocada, lo hace todo difícil, endiabladamente difícil, y contribuye a que las cosas empeoren por todas partes, porque el país definitivamente zozobra? ¿O las apariencias engañan? Hasta la próxima…

domingo, 20 de diciembre de 2009

Odio los semáforos


Quisiera sentir afecto por todas las criaturas, sean patentadas por Dios o por mano humana, pero no puedo. Me es imposible. Detesto a los mosquitos —de veras los odio con odio jarocho— y, con una aversión casi similar, a los semáforos. Me resultan odiosos por todas las razones imaginables. En la zona metropolitana de Guadalajara, Jalisco, los semáforos son los peores del planeta: son una mafia despiadada e impune que hace lo que se le pega la gana todo el tiempo, y desafío a todo el mundo a que me demuestre que me equivoco. Yo los llamo la mafia del foco rojo.
Hace unos años, las autoridades emanadas del PAN pagaron con dinero de nuestros impuestos a una empresa española para que coordinara el servicio de semáforos, pero fue un gasto inútil, cuantioso y absurdo. Los semáforos siguen igual de desincronizados y nos condenan a todos los ciudadanos a padecer su imperio del mal: rabia entre conductores, accidentes, gasto irracional de tiempo precioso de vida en embotellamientos agobiados por un calor asfixiante, se genera más contaminación y, por causa de la tensión colectiva, son crecientes los enfrentamientos, intolerancia y aquejanzas cardíacas, etcétera, etcétera, etcétera, y todo porque los pinches semáforos no se ponen de acuerdo ni se apiadan de nosotros, ¡y las autoridades que no se fajan los pantalones o las faldas para ponerlos en su sitio!
Si alguien me pregunta qué es lo primero que se me viene a la cabeza cuando se habla de mi urbe, y mi interlocutor es un ciudadano europeo que me presume las calles estrechas y de construcciones armónicas de su ciudad, su metro puntual, su señalización inteligente, sólo se me viene a la cabeza de Guadalajara una avenida con un semáforo en rojo, el que sigue a la distancia en verde, el sucesivo en rojo, y más allá, quizá dos en verde por un instante de iluminación pues uno entrará enseguida a su fase ámbar, pero el de más allá estará impunemente en rojo, y así sucesivamente. De plano un galimatías vial. Nada para enorgullecerse. ¿O quizá son muy chovinistas y nos pretenden recordar incesantemente los dos colores de nuestra bandera patria? En México no se pone de acuerdo nadie, ni las máquinas, y su desparpajo es inmoral. Nuestros semáforos son un reflejo de nuestra incapacidad para ponernos de acuerdo, son nuestra horrible metáfora.
Pregunto a las autoridades, con toda justicia: ¿cuándo se van a compadecer de la ciudad y harán algo tan simple como convocar a científicos universitarios, incluidos académicos y estudiantes, para que hagan un simple programita de cómputo que ponga orden a este desastre vial y verán que ahorraremos en salud, gasto de combustibles, contaminación, incluso crecerá la productividad social? Tecnología existe y en la UdeG hay gente muy valiosa, creativa y hasta genial, sólo le hace falta apoyo, nada más, para hacer cosas geniales con el tránsito citadino.
La verdad es que basta con un poquito de voluntad para acabar con esta mafia del foco rojo, es todo, se los juro. Hasta la próxima…

jueves, 17 de diciembre de 2009

No a la censura de Radio UdeG, pero igualmente no a la cesura en Radio UdeG


Es condenable que se pretenda mínimamente censurar a nadie en este país. El señor Felipe Calderón Hinojosa y su equipo de asesores del PAN, con apoyo de Vicente Fox y muchos empresarios, hicieron gala de su libertad de expresión hasta el punto repudiable de la mentira y la calumnia en contra del Andrés Manuel López Obrador durante el proceso electoral de 2006, y no hubo modo de poner un hasta aquí a sus excesos, y hoy día los pagamos con una pésima administración pública, la peor en al menos 50 años. Recientemente, un par de frívolos locutores se pusieron a hablar coloquialmente en Radio UdeG de sus manías e intimidades sexuales, las cuales sólo los afectan a ellos, por lo cual se pretende intimidar con el peso de toda la ley si perseveran en estas expresiones «procaces».
En lo personal, si fulano de tal es adicto a autoestimularse genitalmente y lo hace público en un programa cómico de radio me tiene sin cuidado; es más, no lo escucho. Lo digo con claridad: no me interesa el programa radiofónico «La chora interminable». Es mi derecho. Pero es un absurdo insufrible la intolerancia hacia ese o cualquier otro programa de radio, sobre todo porque esos conductores me parece que poseen un nivel cultural que los acredita en el uso del micrófono.
En cambio, en México podemos ver y oír telenovelas, telenoticiarios y programas en los que, aparte de un uso paupérrimo de la lengua española, hacen gala de ignorancia, distorsionan hechos y mal informan, o de plano hacen apología de vicios y de la pobreza cultural de nuestro pueblo hasta la ridiculez. Y ahí no pasa absolutamente nada; las autoridades son desdeñosas, son todo tolerancia. Entonces, ¿dónde queda la educación, que debiera ser prioridad pública también en medios? Educación es sobre todo fondo, y no exclusivamente formas: importa seriamente qué contenidos dices y no sólo cómo lo dices.
Infortunadamente, lo sabemos la mayoría de creadores en Jalisco, en Radio UdeG también se censura, veta y discrimina si no compartes los puntos de vista de algunos de sus conductores. Si acaso hay un debate particular que afecta a las denominadas «mafias» o, en palabras de Alfredo Sánchez, la «plana mayor» —claro, su «plana mayor»—, no existe la posibilidad de ejercer el derecho de réplica, sin embargo sus comentaristas pueden decir cuanto les plazca, sean de carrera consolidada o de reciente incursión en el campo cultural. Los demás creadores debemos hacer solicitud «a ver si nos dan chance», sea para defendernos, sustentar nuestras opiniones en contrario con similares tiempos y formas o para dar a conocer nuestras propuestas artísticas o literarias. Su labor de investigación e inclusión radiofónica es limitada, limitadísma.
Bueno, y a todo esto, ¿que no somos la sociedad jalisciense quien paga mediante nuestros impuestos Radio UdeG, y dicha emisora debiera estar abierta efectivamente a la opinión pública? Porque entiéndase, no son autoridades ni directivos universitarios quienes cierran las puertas de este medio de comunicación —tienen cosas más importantes que hacer—, por ello han delegado esta responsabilidad a productores y conductores en su barra de programación. Así pues: ¿a quién diantres rinden cuentas estos conductores si segregan, vetan y censuran a la comunidad intelectual jalisciense, que es plural, crítica, propositiva y no pocas veces disonante?
Está de menos si poseen logros meritorios. Ellos —productores y conductores de Radio UdeG censores—, no son ni pueden erigirse en jueces de quienes hacemos cultura en Jalisco; puesto que somos una comunidad, entre todos hemos de construir la radio cultural jalisciense, o de otra manera simplemente hacen lo mismo que hoy el gobierno de derechas de Calderón Hinojosa a Radio UdeG.
Así que díganme: ¿qué diferencia hay entre la Secretaría de Gobernación y Radio UdeG?
Me sumo a la condena: no a la censura de Radio UdeG, pero también es inadmisible la censura de Radio UdeG. Hasta la próxima…

Fil 2009 ¡regia!

Esta feria internacional del libro de Guadalajara, la nuestra, tras la borrachera cultural de la semana del 28 de noviembre al 6 de diciembre, sólo merece un calificativo: ¡regia!
Nos hizo falta, eso sí, sensibilidad en materia de precios de libros. Editores y libreros necesitan darse una vuelta por supermercados, fruterías y carnicerías de Jalisco y el país entero, para comprender que, por ejemplo, un libro de los más económicos y de actualidad, con precio de venta al público por 130 pesos, es excesivo si consideran que el salario mínimo no suma los 53 pesos diarios; en contrapartida, el kilo de carne de res supera los 60 pesos el kilogramo. Díganme, ¿cómo podrá adquirir un ciudadano promedio en nuestro país —además de cubrir alimentación, servicios básicos, gastos escolares para los hijos y transporte— un libro que le cuesta 130 pesos?
Otro ejemplo: un título admirable y reciente, digno de adquirirse es el voluminoso Las benévolas, de Johnatan Littel, el cual ronda los 300 pesos. Un trabajador o una trabajadora mexicanos, bajo el régimen de salario mínimo, requerirían casi una semana de sus ingresos para leer este espléndido texto. Eso, señores editores y libreros, se llama exclusión. Con sus precios, segregan a un pueblo de la gran cultura; entonces pues, ¿cómo podremos superar nuestros rezagos social, político y cultural en México y América Latina? Más aún, ¿cuál es entonces la excusa para que los libros no causen IVA?
Justamente porque la cultura es medular para que toda sociedad prospere, en México se ha decidido eliminar gravámenes que impidan el acceso de los libros a la sociedad en general; no obstante, resulta que los libros, antes que disminuir en sus precios, sólo crecen y se tornan más y más inaccesibles. De qué rayos ha servido el precio único, ¿sólo para acentuar la injusticia social?
Antes ibas a la Fil y llenabas bolsas con libros maravillosos —incluso te sobraba para tus mexicanas posadas y obsequios de fin de año—, porque de veras era una gran fiesta de oportunidades para adquirir títulos difíciles de hallar fuera del Distrito Federal o que eran muy costosos, y podían durarte todo el año; eso se acabó, a partir del precio único sólo se han apretado torniquetes, pues la ley de precio único te impide jugar a la oferta, y el lector debe pagar más por menos...
La parte positiva de la Fil, por supuesto, ha sido magnífica en todos los sentidos. Una organización envidiable, oportunidades de negocios insospechadas, nuevas e interesantes relaciones públicas para los autores visitantes y locales, genuina difusión de la cultura, el conocimiento y la ciencia, conferencias y presentaciones de libros irrefutables en su trascendencia y proyección, entre las que destacó la teleconferencia con Ray Bradbury, seguramente todo un acontecimiento histórico para las letras en Hispanoamérica, pues ellos, quienes previeron un mundo hipertecnologizado —Bradbury, Assimov o C. Clark, entre otros—, hoy día como en el caso del autor de Farenheit 451 lo ven cristalizado, incluso nos regaló vía satélite una conversación vibrante, divertida y de profunda reflexión.
Los espectáculos de procedencia angelina en la explanada del edificio de exposiciones fueron de una calidad internacional fuera de toda discusión. Y una recomendación: vale la pena seguir la pista al grupo Cultural Crossroads, fue soberbia su participación. Y el ingreso, como siempre, completamente libre, al alcance del pueblo en general y con un recibimiento cálido, sobre todo de los jóvenes tapatíos. Fil cumple con la gente.
Los Ángeles hizo verdadera gala con su comitiva, y nos obsequió 9 días de actividades, espectáculos e intelectuales que nos han permitido reflexionar y debatir sobre el futuro de la mexicanidad, lo mexicano y los mexicanos en Estados Unidos, pero también los Estados Unidos, lo estadounidense y el mundo en el nuevo siglo. Como sea, pudimos advertir en este diálogo que Estados Unidos y México no somos tan distantes y nos urge trabajar en conjunto para resolver problemas hemisféricos, pero también mundiales. Nos guste o no, nos unen geografía, historia, economía y población.
Esperemos pues una nueva emisión de Fil en 2010 con la mirada puesta ahora una vez más en España, pero ahora en la región de Castilla, y ojalá que, entre el sábado 27 de noviembre y 5 de diciembre del año próximo, libreros y editores nos regalen con precios espléndidos; a cambio, una sociedad cada vez más culta y sensible del oficio libresco, responderá como un lector más ávido y más exigente, sí, pero también más necesitado de libros. Todos podremos ganar, no importa si la penetración del libro digital se torna cada vez más intensa: todo trabajo merece una remuneración y un lector consciente, generoso y conocedor solventará los esfuerzos de editores, libreros y escritores. Y más nos vale que así sea, ¿no lo creen? Hasta la próxima…

jueves, 19 de noviembre de 2009

Incertidumbre del 22 de abril

Incertidumbre del 22 de abril:
(apuntes sobre Aprilis de Sergio-Jesús Rodríguez)*
Rafael Medina
Estamos todos en el fondo de un infierno,
donde cada instante es un milagro.
E. M. Cioran

Escribo, como siempre, sin ninguna certidumbre. Es 22 de abril. El calor se burla de mi ventilador. No, no huele a gasolina. Hoy los muertos del sector Reforma cumplen diez años. Vivo frente al panteón Guadalajara, y lo aseguro, no hay festejo alguno. Escribo y no sé si terminaré de hacerlo. Estamos en los tiempos en que no se puede creer en nada. No, no quiero ser un paranoico, pero tengo que serlo. Todos somos victimas potenciales, jamás culpables. Culpables, por lo menos aquí, en nuestro país, no existen. Y eso es bueno. Por lo menos para nuestra ancestral cultura de la culpa: siempre es mejor ser víctima.
Es 22 de abril. Fecha que marca a esta Guadalajara que vivimos. Una coordenada que marca un antes y un después. Punto negro de nuestra memoria colectiva. La historia real. La de los seres que comparten un tiempo y un espacio. La del tú y el yo. No la del poder. La oficial. La de los pasteurizadores del tiempo, los humoristas involuntarios. Estamos a diez años del grito. Del día en que la cara de asfalto nos mostró sus colmillos. Y nos llenamos de terror ante el rostro. Y, sobre todo, porque nos percatamos que era el nuestro. La cara de toda ciudad es el reflejo del que la habita,
Hoy es imposible evitar el calendario. Y no recordarlos. A ellos. A los inoportunos. Los que caminaban por esas calles. Como si no hubiera cosas más importantes. ¿Para qué caminar? ¿Por qué ir de compras? ¿Con qué fin abordar esa ruta del transporte? ¿Pura qué quedarse en casa? ¿Por qué trabajar ahí? ¡Qué gente tan fastidiosa esa del barrio de Analco! Y aparte esa perseverancia. Colarse en nuestra memoria. No quererse ir. Hasta que uno no lo puede evitar y dice: pinches, pinches muertos los de Gante.
Es 22 de abril y hace un calor endiablado. La fecha provoca miedo. Pavlov explicaría mejor el acto reflejo. O basta una cicatriz de casi 13 kilómetros para demostrarlo. O la pierna fantasma de un damnificado. O la gasolina nuestra de cada día. Pero insisto, el calendario es más que suficiente. Hoy como nunca, es lo que es. Y el miedo siempre está envuelto en interrogantes. Por eso digo, no hay certidumbre. ¿Como aspirar a encontrar culpables, si ni siquiera supimos contar a los muertos?
Escribo y me pregunto: ¿Cuántas historias quedaron inconclusas? ¿Qué relatos quedaron sepultados en el parche de pavimento? La herida sangra preguntas desde hace diez años y el artista juega a contestarlas. Siempre asume su papel. Por eso afirmo que el libro Aprilis, es una respuesta que nos da Sergio-Jesús Rodríguez al enigma 22 del abril.
Sigmundo Palacios, el protagonista de la novela, vive la tragedia muy a su manera: ignorándola. El personaje sólo vive su tragedia particular, íntima, soportándola a través de la locura. Sólo así es capaz de recorrer el tortuoso camino de sí mismo y conocer las respuestas a sus planteamientos existenciales sobre el amor, la paternidad y el tiempo. Su desmoronamiento armoniza con la hecatombe externa y forma una simetría perfecta. Situación inmejorable para encontrarse con las respuestas a su yo tambaleante.
La reciente obra de Sergio-Jesús ya evidencia las obsesiones del autor por los personajes particularísimos, a los que nombrar locos es caer en el simplismo y lo equívoco. Muestra la pasión del autor por la explicación filosófica del tiempo: El tiempo no existe, nunca ha existido. Existe su ilusión, en la que el hombre permanece como un antecedente fundamental… Y finalmente, por la mujer, interrogante que palpita y no requiere respuesta. Dulce infierno requerido e imprescindible. Así, la triada tiempo, locura y amor refulge en la frente del escritor aludido.
Aprilis se suma a las aportaciones de la comunidad artística local ante un fenómeno ineludible de nuestra realidad. Desde la visión particular y cada vez más definida del joven novelista Sergio-Jesús Rodríguez.
Escribo y aún es 22 de abril. El calor sigue con su burla. El panteón silente. El miedo firme. Quiero terminar. Apagar mi computadora. Que las paredes sigan en su lugar. Y hacer caso omiso al calendario. Al temor. A mi olfato, que cuando estoy ansioso como en este momento, me juega bromas pesadas…
22 de abril de 2002, sector Libertad, Guadalajara.
*Alocución del escritor y médico mexicano Rafael Medina durante la publicación de la novela Aprilis, la noche del 23 de abril de 2002, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, en el Exconvento del Carmen. En tal fecha, concurrieron al presídium Luis G. Abbadie, Ricardo Sigala, Teófilo Guerrero y el autor de Aprilis, Sergio-Jesús Rodríguez, en conmemoración de la tragedia en el sector Reforma el 22 de abril de 1992 y el día internacional del libro. Rafael Medina también se ha ocupado del tema en su libro La cruz de la bestia (Acento editores y Paraíso perdido, Guadalajara, Jal., 2001).

miércoles, 11 de noviembre de 2009

¿Y no bajan de precio los libros? Véase esto


Esta foto pertenece a Wikipedia, para más información favor de ir a:
http://es.wikipedia.org/wiki/Kindle
Otra opción más, esta de Sony:

Favor de ir a

http://espanol.bestbuy.com/enes/site/Sony+-+Reader+Touch+Edition+Digital+Book+-+Black/9492685.p?skuId=9492685&id=1218117619096

Los libreros deben pensar en la necesidad de que los libros son un derecho humano fundamental y de que si no lo hacen por voluntad humanitaria, el mercado hará lo suyo por voluntad mercantil y será letal para quienes no se comporten a la altura de los tiempos que vienen. Bien venidos aquellos implementos tecnológicos que democraticen y le den viabilidad a la cultura entre nuestros pueblos. Escuchen la voz de la historia: o se tocan el corazón y en América Latina (desde México y hasta Punta de Fuego) hacen más accesibles los precios de los libros, o no habrá futuro para los emporios editoriales. Va a ver muchos lectores deseosos de terminar con su monopolio de altos precios, qué pena, ¿no creen? Los libros son tan bellos como objetos, huelen tan rico. Que en esta Feria Internacional del Libro de Guadalajara se haga un bello homenaje, el más bello, a los libros: libros para todos. Hasta la próxima.

viernes, 16 de octubre de 2009

Aprilis 2009




Aprilis
en su 4ª. edición


Todo libro, como las personas mismas, posee historia propia. Permítaseme hacer una breve remembranza sobre Aprilis. En abril de 1992, yo laboraba en una plaza comercial próxima al área de las explosiones del llamado sector Reforma de la ciudad de Guadalajara, y justo el 22 de abril, en miércoles, se me obligó a descansar, lo cual hice de mala gana, pues era media semana. Esto quizá salvó mi vida. En tal época yo llevaba cierto avance de lo que iba a ser mi primera novela, la presente, y cuyo título había deliberado sería «La unidad y los fragmentos»; incluso la noche misma de su presentación, diez años más tarde, el dramaturgo Teófilo Guerrero la citó como tal en su alocución, ya que le di ese dato. Aprilis llegó a la luz pública con todos los problemas imaginables, el editor que desde el año anterior se había comprometido editarla me opuso extrañamente varios obtáculos de último momento, y para variar tuve que errar en busca de quién la imprimiera; por si fuese poco, además tenía el acuerdo formal de presentarla el 23 de abril, en el marco del día del libro. Por lo que advertí, en los hechos, le habrían dado «línea» a aquel incumplido editor para deslindarse de su promesa con mi novela, porque él mismo se benefició al maquilar otros materiales, incluso sobre el mismo tema —los desastres del 22 de abril—, en lugar de responder a nuestro convenio. Eso lo entendí entonces, y persisto en la misma idea: se trató de censura, una más de muchas. De nada valdría la mala jugada, Aprilis igual se publicó y fue lo mejor que pudo ocurrirle a mi libro.
Como había acudido a la Secretaría de Cultura Jalisco, se produjo en coedición con Ediciones Euterpe, cuyo tiraje muy pronto se agotó, incluso la excelente respuesta de los lectores me facilitó reunir los recursos necesarios para efectuar un viaje a Europa, en 2002.
Claro, pude haberla publicado casi diez años antes, pero la censura fue tenaz: el tema era delicado, la sombra del PRI planeaba intimidante y el hecho de que yo fuese un autor joven, sin recomendaciones y muy crítico con los medios político y literario, hicieron imposible darla entonces a los lectores. Recuerdos de esta época para mí son agrios: discriminación por ser joven, falta de oportunidades y de empleo, estaba vetado por mis ideas sociales y políticas; en una radio pude laborar como locutor, pero mi pecado fue no ser priista, y seguí en mis penurias por años... En el fondo editorial Tierra Adentro también se rechazó mi novela sin mediar argumento alguno —según se estilaba para trabajos desestimados—, no obstante en 2006, año fundamentalmente electoral, Aprilis ganó su sitio en la coleción de los Libros del rincón, de la SEP, para enseguida ser censurada, otra vez, mediante artificios burocráticos diversos, supongo que por causa del tema y de mi simpatía política de izquierda por Andrés Manuel López Obrador.
Hasta la primera mitad de la década de los noventa, los jóvenes de entonces carecíamos tajantemente de espacios de desarrollo y expresión en Guadalajara, Jalisco, si acaso no coincidíamos con la ideología del poder político imperante. Por lo que se ve, la situación no ha variado gran cosa, pero ahora se respira un poco más de libertad de expresión, o mejor dicho, difícilmente nos quedamos callados en la sociedad de nuestros días. Veremos cuánto tiempo nos dura el gusto, porque las tentaciones represoras y autoritarias siempre están al acecho.
En aquel 1992 yo contaba con 25 años, me dedicaba a un oficio no muy de mi gusto, escribía una novela y me sentía urgido por titularme en la universidad, y de pronto Guadalajara, el mundo entero y yo nos quedamos impactados. La ciudad había sufrido varias explosiones en diversas zonas, y en el aire se respiraba un ánimo de terror. En estas páginas describo a manera de telón de fondo lo que nos tocó vivir. Por muchos años las autoridades se empeñaron en culpar a las empresas instaladas en los puntos siniestrados, a causa de sus irresponsables derrames de desechos industriales al drenaje, pero la fuerza aniquiladora de aquella tragedia denunciaba sumamente ineficaz el argumento oficial: la potencia y extensión de las detonaciones habría sido costosísima en hidrocarburos. Simplemente no era creíble, nadie tira tanto dinero al drenaje, a menos que no le haya costado el menor esfuerzo obtenerlo... Las pérdidas humanas, también cuantificadas de manera dolosa, se estimaron en alrededor de 220 víctimas, pero todos sabemos que por el barrio de Analco, por ejemplo, incluso solía instalarse un bullicioso tianguis —mercado trashumante que se instala un día a la semana en diferentes puntos de la ciudad—, amén de los cotidianos residentes y visitantes en un área tan comercial. Entonces, ¿adónde fue a parar esa gente?
Personalmente colaboré como miles de ciudadanos anónimos en las acciones de rescate, recorrí calles devastadas, observé con estupor víctimas desgarradas por la negligencia oficial, y siempre insistí: hedía a gasolina. El incompetente gobierno federal de Carlos Salinas de Gortari se empecinaba en negarlo, como negó siempre injusticias, crímenes de estado y descontentos sociales a lo largo y ancho del país.
Los hechos poco a poco han dejado en claro que la verdad se impone de una u otra maneras, pero si bien la verdad histórica pronto emergió de entre escombros y sombras a la luz pública, la responsabilidad penal ya ha prescrito, nadie fue declarado respondable, y aunque los gobiernos de Acción Nacional prometieron juzgar y encarcelar culpables, sólo fueron promesas de campaña que se han diluido entre nuevos escándalos y nuevas tragedias. Nadie asumió la responsabilidad.
Somos una sociedad que solía ser desmemoriada; aún nos cuesta bastante trabajo recuperar y procesar nuestros recuerdos, para hacer historia, para mejor gobernarnos, para tomar mejores decisiones. Somos un pueblo olvidadizo, y con frecuencia también somos víctimas de nuestros renovados errores. Éso es lo más doloroso de ser ciudadanos de México, y de nuestra hermosa Guadalajara: pero nuestros olvidos y apatía cuestan vidas humanas.
Esta nueva edición de Aprilis, mejorada al corregir erratas y en diseño de portada e interiores, que aparecerá en noviembre de 2009, es una demostración palpable de que la literatura y el pensamiento crítico van más allá de quienes vanamente se esmeran en aminorar las oportunidades a la creación independiente y la lucha por la democratización de la cultura. Sólo puedo reiterar mi gratitud a quienes han hecho posible la permanencia de este libro: lectores, académicos, el editor David Mora Zamarripa, el diseñador Sergio Araht Ortiz Rosales, y renuevo mi solidaridad con las víctimas de aquel infortunado miércoles de abril, cuya memoria demanda algo que en México ya es un clamor cotidiano y de veras sonoro: justicia social, respeto y voluntad para mejorar con equidad y oportunidades la vida de quienes poblamos este hermoso país.
Sergio-Jesús Rodríguez
Guadalajara, octubre de 2009

Para adquirir el libro, favor decomunicarse a ladirección electrónica:
sergio_jesus33@hotmail.com

martes, 1 de septiembre de 2009

La delicia de leer a Thomas Mann



Empecé a leer a Thomas Mann hace muchos años, cuando me compré uno de sus rechonchos tomos en la librería Jardín de senderos, si no me falla la memoria; yo aún estaría en mis veinte años y pagué por él 30 mil pesos, claro, de entonces (aún lleva, en el borde superior derecho de la primera página, la cifra escrita con lápiz). Creo que debí leer sobre La montaña mágica muy antes, en algún ensayo de Rosario Castellanos, o alguna de mis diversas lecturas de aquel periodo. No es momento de hacer aquí una remembranza psicoanalítica. Pero este título, La montaña mágica, llegó a mis manos por una edición de Plaza y Janés, se trataba de un monumental libro con poco más de 700 páginas, con reducida letra y amplios renglones, que además me atrajo porque en tal traducción española se respeta por varias páginas la escritura en francés del señor Mann; por entonces yo iba a estudiar esta lengua en mis estudios universitarios.
Más tarde, en mi novela En el abismo, Bartolo, este protagonista —Bartolo Sigüenza Joya— estará muy interesado en Hans Castorp y su peculiar visión del mundo. Ahí, debo admitirlo, Bartolo es un reflejo de mi personalidad. La montaña mágica me fascina, es un libro cuyo tejido, como el resto de los títulos del celebrado hijo de Lübeck, es de una inteligencia y una sutileza por momentos sublime; justo al leerlo en traducción, de veras lamento no hablar, escribir ni comprender el deustch. Debe ser una experiencia dichosa degustarlo en su esencialidad lingüística; ¡pero vamos!, eso nos ocurre con todos los autores cuyas lenguas nos son desconocidas. Además, es una razón adicional para aprender alemán.
En el canal C7, de la televisión pública jalisciense, han repetido una vez más, ya son varias, el documental dramatizado Los Mann, sobre «la familia literaria más importante de Alemania», como reza el promocional en dicha televisora. No sé si en verdad sea la familia literaria alemana más destacada, pero tampoco será para nada ocioso releer a Heinrich Mann, verdaderamente vale la pena —por ejemplo Profesor Unrat o El rey Enrique IV—, y también lo será verse esta serie acompañado por la lectura que se menciona en el primer episodio de Los Mann, la novela Los Buddenbroock: ¡una extraordinaria delicia! Se trata de un libro clásico en ambos sentidos: es decir, consagrado por sus lectores en el tiempo y, sobre todo, por la armoniosa estructura y el manejo de elementos, que nos deja ver a un escritor que ha aprovechado con creces la herencia grecolatina, y aquí se ve más impregnado por la influencia latina, no así en La muerte en Venecia, cuyo sabor es primordialmente griego y en que Platón parece haber templado la pluma de Mann en cada frase, en cada pagina.
Las teorías del arte de Mann son recurrentes en su obra, pero también de enorme interés humano, su abordaje digamos filosófico aterriza siempre en la verdadera condición humana, de tal modo que permite que cualquier lector, sin necesidad de requerir una gran formación cultural, pueda acceder a este fenomenal escritor; la condición es tener paciencia, y la almeja dará la perla.
Thomas Mann es un escritor inteligente, por momentos endemoniadamente inteligente, y digo «endemoniadamente» porque recurro a la etimología: no olvidemos que para los antiguos griegos los demonios eran «los que sabían», no necesariamente los perversos y tramposos. En Los Buddenbroock, el arte de narrar va de la mano con la tensión dramática y la profundidad psicológica, lo que hace de su lectura un banquete insospechado para adoradores de telenovelas o «culebrones». Desde luego, requiere reflexión, pero el argumento es simplemente genial. La novela atrapa al lector, lo hace su adicto; no en balde este libro le fue decisivo a Thomas Mann para ganar el premio Nobel.
Lo más interesante es que Los Buddenbrock debería ser una lectura obligada hoy día para los poderosos en América Latina; en México no pueden dejar de leerla Felipe Calderón Hinojosa, políticos del gobierno y los superricos de esta nación, luego complementarlo con La montaña mágica. Y esto no solamente por las lecciones históricas que el señor Mann en ambos textos nos transmite, sino porque además podemos ejercitar la inteligencia con sensibilidad. Mann nos revela un mundo profundamente alemán, cierto, pero es también hondamente humanista y por tanto universal. Los desastres de la burguesía, el ocaso de los regímenes autoritarios (sin importar grado de brutalidad o sutileza, abiertamente explícitos o simulados por la «legalidad») y la quiebra de empresas, individuos y naciones poseen leyes comunes, y Thomas Mann en su obra parece decirnos he aquí razones e indicios. De paso, se distraerán en una magnífica lectura, que nos daría una buena tregua, un saludable respiro, para dejar de agobiarnos con sus irresponsables decisiones.
Para ponerse a pensar…

jueves, 30 de julio de 2009

CECA en manos poco confiables

CECA en manos poco confiables



El CECA (Consejo Estatal para la Cultura y las Artes) casi desde su surgimiento es y ha sido un cerco de exclusividad: los amigos de unos cuantos escritores hacen de la suyas en contumacia. Si piden mayor presupuesto y, en un país que se lucha a mano limpia y todos los días por la democratización de todas sus esferas, en el CECA sólo hemos visto por años el aliento del nepotismo. Los nombres de quienes ocupan sus cargos se repiten, y si se remueve al actual presidente (cuya gestión ha sido deplorable, por los modos en que ha lastimado y lastima los intereses de las comunidades que dice representar) o si se le deja en tal cargo (lo cual sería ir contra la norma) las cosas sólo pueden empeorar.

Véase la última convocatoria para aspirar a los apoyos en materia de cultura; son un verdero monumento al ultraje, la corrupción y la exacción contra las garantías constitucionales. De verdad que si el señor gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, no se tienta el corazón y persiste en sostener este tipo de atropellos con esta clase de personas, estamos sin duda en la antesala de la dictadura imperfecta: los intelectuales callamos y obedecemos. ¿Y la justicia cuándo, señor gobernador? Ni siquiera nos queda decir NO a un apoyo del dinero público de querérsenos imponer condiciones arbitrarias, injustas y corruptas, porque ecto seguido se nos censurará para percibir cualquier apoyo sea de origen estatal o federal. El patético presidente del CECA a quién rayos representa, ¿a Pinochet, Huerta y Hitler? Para ponerse a pensar, hasta la próxima.

lunes, 22 de junio de 2009

El señor de las termitas

El señor de las termitas,
o el amor como motivo de vida*
Antonio Marts

De Sergio-Jesús Rodríguez, escritor nacido en la ciudad de Guadalajara en 1967, conocemos algunos poemas que han aparecido en revistas u hojas literarias de la ciudad, el libro de cuentos Un cangrejo en la madeja, publicado en 1997 dentro de la colección «Hojas literarias», de la Secretaría de Cultura de Jalisco, y su novela En el abismo, Bartolo, editada a finales del año pasado por Acento Editores. Con la entrega de su nuevo libro el rompecabezas se actualiza, a través de estos textos podemos seguir su desarrollo como escritor, desde sus primeros aciertos con la literatura, hasta sus cambios más prometedores, y finalmente ser testigos de lo que parece es el paso más difícil y peligroso que debe dar el escritor para dejar de ser una promesa y convertirse en una realidad.
Con este libro, Sergio-Jesús Rodríguez establece un récord nada despreciable para un autor de su edad y con las condiciones tan difíciles del mercado literario en esta ciudad: publicar nuevo libro con menos de seis meses de diferencia del anterior; además de levantar la voz para decir presente y ubicarse dentro del grupo de nuevas voces narrativas conformado por escritores como Elizabeth Vivero, Vizania Amescua, Rafael Medina, Ulises Zarazúa y Ricardo Sigala, todas ellas entre los 24 y 35 años, cuya maduración es una realidad palpable, legible.
¿Cuál es el punto de encuentro de todos estos narradores tan diferentes entre sí? El retorno a la narrativa que naciera hace ya muchos ayeres con la tribu sentada alrededor del fuego y el anciano narrador contando los triunfos guerreros, las historias de los personajes míticos, los mandatos de los dioses. Aunque cada uno de estos autores tiene intereses y gustos particulares encontramos en común en ellos el amor por escribir historias sin buscar complicaciones y llegar a ser lo más claro y directo posible, sin que eso signifique que no exista un acertado manejo de la técnica.
El señor de las termitas es cronológicamente anterior a En el abismo, Bartolo, la diferencia entre ambos libros, según ha dicho el autor, es de varios años. En En el abismo, Bartolo el protagonista, en una noche de farra que se extiende hasta las primeras horas del día siguiente, nos cuenta de viva voz su historia. Relato nocturno, pesado, con cierto toque existencialista y depresivo, en el que Rodríguez nos brinda una excelente muestra de su aliento narrativo. El señor de las termitas, en cambio, es un cuento largo de poco más de de sesenta páginas, cuyo eje central es el amor. El amor que ha cultivado una pareja de ancianos a lo largo de su existencia y su lucha final contra la muerte. Aún cuando el lazo común entre estos dos libros es lo nocturno, en el que se presenta hoy el entorno es cálido, amoroso sin ser cursi, con un ligero velo de misterio.
En El señor de las termitas, Rodríguez nos cuenta la historia de los últimos días como pareja de Pedro y Ema. Pedro está obsesionado con escarbar todas las paredes de la casa, cada noche se levanta a construir unos diminutos instrumentos, nuevos túneles en los muros y culpar a las termitas y a los ratones de los ruidos que produce su trabajo. Escarbar se convierte en sinónimo de búsqueda y rebeldía. Con ello pretende haber encontrado una manera de vencer a la muerte, pero al mismo tiempo sabe que su lucha está perdida de antemano. Por lo tanto su furia e impotencia al saber inevitable la pérdida del ser amado, se canaliza en renovadas energías para seguir escarbando.
Ema, que mientras tanto es avisada por sus seres queridos ya fallecidos de su inevitable destino, le pide a su hija Sandra, con quien comparte la capacidad de platicar con los muertos, que junto con su familia vaya a pasar con ellos los días que aún le quedan de vida. Alondra y Julio, hijos de Sandra y Alonso, su esposo, llegan para rescatar a los abuelos de la rutina y colmar de alegría la casa donde habitan con sus juegos y fantasías. Inscrito dentro de los cánones del realismo mágico (cosa que en lo personal le reclamo a Sergio-Jesús, pues creo que no lo necesita como ya lo demostró con En el abismo, Bartolo), los personajes de una u otra manera comparten sus capacidades sensitivas: hablar con los muertos, con los niños apenas por nacer, con los gatos y atrapar en jaulas los sueños de los demás. Afortunadamente nadie escapa volando del patio de la casa. Con una estructura lineal que evita complicaciones e invita a una lectura de una sentada, El señor de las termitas invita a ser leída de manera inmediata.
Todo cuento nace de imaginar posibilidades. En El señor de las termitas, la pregunta que se plantea es suficiente para cambiar el destino. Nada nos salvará de la muerte. La vivimos día con día. Sin embargo el amor, este sincero amor, renueva cada día a quien lo tiene como su joya más preciada.
Bienvenidos pues los libros que como estos nos recuerdan las cosas esenciales de la vida.
*Alocución del poeta y editor mexicano Antonio Marts, durante la publicación oficial del libro El señor de las termitas, del escritor también mexicano, Sergio-Jesús Rodríguez, en Casa Vallarta, de la Universidad de Guadalajara, en esta ciudad, el jueves 17 de mayo de 2001.

martes, 16 de junio de 2009

Alma negra

La censura nos obliga a reproducir comentarios de autores/lectores, en este caso el escritor José Luis Meza Inda.

"ALMA NEGRA": Cada vez son más abundantes, como diversos los niveles de calidad, esos seres dedicados aquí entre nos, al cultivo de la parcela literaria de la poesía, algunos de los cuales, a través de imágenes y símbolos, de razonamientos intelectivos o apasionados humores, tratan de ofrecer respuestas sobre el carácter mágico del mundo físico que nos rodea o ser luz, que penetrando los densos bancos de la niebla existencial, pretende disipar sus incógnitas. Uno de éstos, lo es sin duda, el joven maestro tapatío Sergio-Jesús Rodríguez, brillante polígrafo (narrativa breve, novela, poesía, periodismo y promoción cultural); quien a su ya abultada bibliografía acaba de añadir un nuevo volumen poético, "Alma Negra", impreso por Ediciones Euterpe de esta ciudad e ilustrado con viñetas originales de él mismo.

"NUESTRAS VIDAS SON LOS RíOS": A más de cinco siglos de distancia, Rodríguez parece enlazar pensamientos y sentimientos con el vate español Jorge Manrique; primero, mediante la serie de poemas iniciales que le dan nombre a su libro, compuestos con la fresca libertad y eficiencia del verso libre, pero irrigados por una semejante vena reflexiva en torno a la sustancia anímica y la trayectoria vital del individuo, que metafóricamente se asemejan al fluir de un río que desemboca en la mar, que es el morir; alegoría enriquecida por este autor con otros elementos marítimos que ahondan el misterio y la negritud de la nada. Después, en la parte final del volumen, enlaza también con el clásico, para evocar la entrañable figura de su padre, don Sergio Jesús Rodríguez Martínez, a través de una espléndida elegía, catártica, emocionada e intimista, titulada "La casa del mundo", compuesta en sonoros endecasílabos que fueron, al menos para mí de conmovedora lectura.

FANTASÍAS LÍRICAS: Menos meditativas son a mi gusto, las partes medulares de este libro: "Partitura de vientos ciegos", que toma como pretexto diversos fenómenos meteorológicos para recrear imaginativas descripciones enlazadas con fragmentos prosaicos; en tanto que "Destella, luciérnaga, destella!" es un prolongado y estridente experimento con acentos eróticos, del cual empero, una vez cribado, se pueden recoger deslumbrantes metáforas y sugerentes imágenes. Mas, por encima de las diversas formas y artificios, he aquí que Rodríguez mantiene la unidad, tanto en cuanto al manejo del lenguaje como a la fidelidad a dos temas esenciales: Eros y Tanatos.

JOSÉ LUIS MEZA INDA / Escritor। Agenda de la cultura / El Informador

jueves, 5 de marzo de 2009

Si por tu jardín la brisa

Si por tu jardín la brisa
Sergio-Jesús Rodríguez
Novedad




Este mes de marzo de 2009, se les anuncia la nueva publicación Si por tu jardín la brisa, del escritor Sergio-Jesús Rodríguez, novela sobre los orígenes, aspectos biológicos y gran literatura a propósito de la sexualidad, el amor y el erotismo-afroditismo, dirigida fundamentalmente a jóvenes.
¿Te has preguntado qué leer, qué libros adquirir para formar tu biblioteca personal, por qué somos como somos mujeres, homosexuales y hombres, por qué hay palabras que poseen intensas referencias sexuales y cuál es su origen, incluso de dónde viene nuestra manera de amar y por qué amamos?
Justamente eso pretende esta novela: brindarte un acercamiento desprejuiciado a la sexualidad y la construcción del amor desde las perspectivas biológica, religiosa y cultural. Somos seres pensantes gracias al amor y hemos hecho de la sexualidad una ética, un arte y un proyecto de especie: por amor nos salvamos o en amor nos condenamos. Nuestras mayores conquistas y nuestras peores aberraciones como especie comienzan y terminan en cómo nos relacionamos entre seres humanos: amarnos es crear poder, para estar juntos y comprendernos, o para dividirnos y destruirnos.
Juan Novomondo, joven estudiante de preparatoria sueña con su adorada Cleis, compañera de la escuela, pero no sabe cómo acercarse a ella, a quien desea ardiente y secretamente. Si la conquista, ¿será para amarla, o tan sólo para llevársela a la cama? ¿Se vale conquistar a una chica tan sólo para seducirla, y adiós…? Más aún: ¿cómo podrá conquistarla si ni siquiera consigue dominar su timidez al menos para saludarla cuando la ve en los pasillos de su plantel escolar?
Quirón, un escritor que vive por su callecita privada, parece un hombre informado, así que Clarissa, madre de Novomondo, decide que a falta del padre del chico, el profesor podrá aconsejarlo sobre artes amatorias. Novomondo recurre a Quirón y a partir de ahí comienza la gran aventura del saber en las artes de afrodita: un excitante viaje por el mundo de las ideas, la ciencia, la fe y los libros más cautivantes del amor y la sexualidad. Si por tu jardín la brisa es un libro con el que, estés o no conforme con lo que ahí se ha escrito, durante y al final de su lectura ya no podrás ver nunca más el mundo como hasta ahora, recomendable para jóvenes, y los padres de los jóvenes con dificultades para dialogar sobre este complejo, emocionante e ineludible tema, porque en él se cifran nuestro presente, pero también nuestro futuro. Estás cordialmente invitado a leerlo.

Ficha bibliográfica: Si por tu jardín la brisa, Sergio-Jesús Rodríguez, Ediciones Euterpe, Guadalajara, Jalisco, marzo de 2009। 13 por 21 cms. 400 páginas en papel ahuesado, portada en color.


Contacto: buzón electrónico sergio_jesus33@hotmail.com, con el autor.
http://www.sergio-jesusrodriguez.webs.com/
http://sergio-jesusrodriguez.blogspot.com

Portada:




Ilustración: Sueño de mariposas y campamochas, óleo/tela, 100 x 80 cms., Irán Lomelí. Cortesía: Galería Vértice.
Texto en contraportada: