jueves, 23 de octubre de 2008

El peso mexicano a la baja


© Sergio-Jesús Rodríguez
La economía mundial es un verdadero dilema. Reúnes unos cuantos pesos, lo suficiente para ir a beber una copa con amigos o una linda chica —qué importa si morena, rubia o pelirroja, que sea verdaderamente linda—, cuál es la garantía de que llevas lo suficiente para pasarla bien, que ella quede satisfecha con la velada y además te permita ponerla decentemente en la puerta de su domicilio. Pues bien, resulta que en Estados Unidos el sistema financiero es una tragedia nacional como la que vivimos en México en 1994-1995, y entre tanto el peso mexicano, a causa de los malévolos especuladores —quién sabe quiénes, sólo el señor Casterns lo sabe; que nadie nos oiga: es secreto de estado—, el dichoso peso se desploma como una roca al abismo.
Lo cierto es que, como siempre, nadie será culpable, y que la chica o los amigos, la copa y las ganas de vivir se ensombrecen sin que a ciencia cierta podamos saber por qué. Èso es la política de nuestros días, el privilegio de destrozarle la vida a los demás sin tener que rendir cuentas a nadie. A ver si un día un buen Einstein inventa una fórmula contra la sinvergüenza y permite que la Política sea regida por hombres y mujeres de bien, respetuosos de ti, de los demás y de mí, que no olviden que a este mundo hemos venido a pasarla bien con los demás, disfrutar o llorar las contigencias de la vida y hacer el amor con la dicha de los enamorados que se dan porque sí, porque no y por quién sabe por qué, pero se dan... Todo lo demás es burocracia, impertinencia y ruido.
Pásala bien, y si tienes con quién, haz el amor, es mejor que joder al prójimo. Hasta la próxima.
Sergio-Jesús Rodríguez